Ahora que ya tienes una semilla, lugar y sustrato seleccionado, es momento de empezar a cultivar.

Recuerda que las plántulas no necesitan de contenedores mayores a un vaso rojo de fiesta (o un jiffy), así que elige bien tu contenedor inicial. Procura saturarlo con agua antes de colocar la semilla en tu sustrato para que notes si necesitarás más para el contenedor. De igual forma, puedes notar si el drenaje es eficiente o es demasiado grande que lava el sustrato o demasiado pequeño y el agua no se retira lo suficientemente rápido.

Realiza un hoyo pequeño de no más de 1.5 centímetros para colocar la semilla y recúbrela con sustrato de alrededor o con sustrato seco que deberá volver a saturarse. Si utilizarás micorrizas, las colocarás junto con la semilla en el sustrato. Puede que te compliques usando una regla para medir el hoyo, pero una medida de referencia es que las semillas no se entierran más allá de dos veces su diámetro y como las semillas de Cannabis son pequeñas pues no es un hoyo muy grande el que se necesita. Incluso hay quien utiliza la mitad de la falange distal del dedo índice como referencia de profunidad. ¿Notas que tus dedos se seccionan 2 o 3 veces? La última sección en donde está la punta de tu dedo es la falange distal.

Una vez que la semilla se encuentra en el sustrato y este ha sido saturado, empezará el proceso de germinación. Una semilla es resistente, pero una plántula no, así que es importante que se tomen las medidas adecuadas para evitar herirla. Por ejemplo, el riego debe ser lo más ligero posible para evitar moverla de lugar y provocar que las raíces se arranquen.

La siembra directa es la manera natural de sembrar semillas, sin embargo cuando incluyes factores económicos como el costo de las semillas de Cannabis, la metodología de siembra pretenderá reducir los costos de producción. Una manera de evitar pérdidas de semilla es la pregerminación, de la cual hablaremos en la siguiente clase.


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